domingo, 13 de marzo de 2016

Sobre la intervención de la plaza Santander en el centro de Bogotá


Una ciudad fragmentada, una ciudad sin visión



¡Transformar el centro! ¡Hacer ciudad! O será mejor decir ¡Hacer fragmentos de ciudad!... porque no hay dinero para más. Pero ¿Acaso es posible hacer más? Sin importar las respuestas que nos den a esta pregunta, cualquier afirmación tenderá a ser más una excusa, porque la única razón lógica de una ciudad fragmentada es la falta de una visión de ciudad.
Bogotá carece de un proyecto social que tiene su correspondencia en la falta de un proyecto arquitectónico urbano. Quizá el metro no ha sido construido porque refleja la ausencia de una unidad social, preguntémonos acaso ¿Qué es lo “bogotano”? ¿Acaso es posible construir una idea de “nacionalidad bogotana”? Bogotá, tal como se nos presente en el siglo XXI es una metrópolis reciente, y su aparente renovación no es otra cosa que invenciones de proyectos modernizantes sin visión, no es un asunto de los gobiernos distritales de turno, es un fenómeno de oquedad social, la modernización en Bogotá es un proyecto quimérico.
La planeación de la ciudad ha consistido en intentar empalmar, como jugando domino, los diferentes proyectos que han sido concebidos en la ciudad. Por ejemplo, Transmilenio no creó un espacio propio, simplemente fue un proyecto que se apoderó de algunas vías principales de la ciudad, así como en su momento la avenida caracas se convirtió en el gran corredor de transporte público de la ciudad sobre una vía que ya existía, etc.

Imagen 1.Entrada del parque Santander en 1870


Fuente: Archivo Alcaldía Mayor de Bogotá


A medida que la ciudad divaga en este camino sin rumbo, se hacen cosas por todas partes, pero no se hace ciudad. Y en estos momentos estamos viendo un ejemplo micro de este fenómeno en el centro de la ciudad. En el centro histórico se están haciendo cosas, pero no una centralidad cultural. Este es el caso de la Plaza Santander y su relación con el centro histórico. En esta plaza, que está ubicada entre la carrera séptima y sexta y entre las calles 14 y 16, recientemente fue terminada una intervención por la cual fue modificado el empedrado y desplazado del espacio público un conjunto de sillas y separadores.

Imagen 2. Panorámica plaza Santander en el 2015


Fuente: Archivo El Tiempo


En su lugar fue instalada una baldosa de tono blanco y de rugosidad lisa, la plaza Santander ahora parece tener el aspecto de un centro comercial. Y esa no es la base para realizar una verdadera denuncia. El asunto es que esta plaza ha quedado como una isla. Tan diferente a todas las calles que la rodean, esta intervención es muy parecida a la del parque Tercer Milenio, en el sentido que arrasa con lo viejo y sepulta la memoria, la estatua de Santander y los árboles tuvieron suerte de permanecer, porque quizá hubieran tenido el mismo destino que tuvo la capilla del humilladero si la clase política hubiera considerado que podía hacerse algo mejor allí.

Imagen 3. Panorámica de la intervención de la plaza Santander desde la esquina nororiental.


Fuente: Fotografía del blog


Es probable que la eliminación de las sillas disminuirá el atractivo que tenía esta plaza para los habitantes de calle a la hora de escoger un hospedaje ocasional al aire libre, y que además, gracias a los matorrales circundantes ofrecía servicios sanitarios estupendos, fíjense ustedes la ironía que ciudadanos de muy bajos recursos defecaran a la sombra del edificio del Banco de la República (el cual queda en el costado sur de la plaza).
Para que aquella plaza se hubiera convertido en una letrina y orinal público, en medio de sedes de tan importantes instituciones (Banco de la República, DIAN, Museo del Oro) debió haber ocurrido un proceso de olvido y suplantación   ¿Por qué tanto abandono de aquel espacio público? Quizá la falta de cultura cívica en relación con esta plaza es debido al conjunto de transformaciones (más bien, violaciones) que la han convertido en un apéndice urbano.
La plaza Santander está vaciada de significado cívico, quizá ahora, gracias a las noches menos frías de Bogotá y en cabeza de una nueva generación, los “skaters” (quienes desde el principio le están sacando provecho a la intervención), cabría la posibilidad de constituir un uso público, cultural y constante en la plaza como un lugar de encuentro, a menos que la fuerza pública considere que la plaza sólo es “un espacio de contemplación”. Pero aun así, hay mucho trecho entre la apropiación particular de este espacio y la función o el aporte que hace esta renovación a la “Bogotanidad”, o por lo menos a la construcción de un proyecto bogotano en el centro histórico.



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