A
propósito de la construcción de vías en el Oriente y la Conservación de los
Cerros Orientales de Bogotá
Imagen
1. Vista del Barrio Egipto. Al fondo los Cerros Orientales.
Fuente:
Oleo de Gonzalo Ariza, 1945.
Durante el siglo XX, el núcleo
urbano de la ciudad colonial de Bogotá se expandió al occidente, al norte y al
sur. Hoy en día podemos describir el perímetro urbano de la ciudad por medio de
la figura de arco extendido. Exceptuando algunos casos, podemos afirmar que el
perímetro urbano ha crecido ceñido a los cerros. El oriente es la última
barrera que le queda a la metrópolis de Bogotá por vencer. Dadas las
controversias recientes sobre el déficit de suelo urbanizable, y las propuestas
de la segunda administración del alcalde Peñalosa de extraer hectáreas de los
ecosistemas protegidos dentro del área urbana para la realización de grandes
obras, es pertinente reflexionar sobre las posibilidades
de urbanización de los Cerros Orientales y las áreas rurales y ambientales
protegidas de aquel territorio.
Algunos dirían que la posibilidad
que ocurra un proceso de urbanización intensiva, incluso tenue, no es posible, porque
las figuras de protección establecidas en su momento por el Inderena, mediante
el Acuerdo 30 de 1976 o más recientemente la Sentencia 2005-00662 del 5 de
noviembre del 2013 del Consejo de Estado, tienen en el ojo de la opinión
pública a las autoridades ambientales responsables de proteger este ecosistema.
Sin embargo, el ordenamiento territorial es producto de una dialéctica entre
decisiones estatales y procesos sociales, en el cual los segundos siempre
desbordan los cálculos de la planeación.
Al respecto, recordemos que la
expansión de Bogotá en las direcciones que ya señalamos no fue resultado de un
proceso de planeación ordenado. En cada momento particular, diferentes
entidades estatales tomaron la decisión de construir un conjunto de vías e
infraestructuras que favorecieron la ocupación y urbanización de territorios
que no estaban relacionados con la dinámica urbana. En el occidente, resaltamos
la Estación del Ferrocarril de la Sabana y el Aeropuerto de Techo, dos
equipamientos conectados por la Avenida de las Américas. Al norte, la
construcción de la Carretera Central de Norte y la Autopista Norte. Y al sur,
la construcción de la Avenida Caracas, la Escuela de Cadetes General Santander
y la Autopista Sur. Este conjunto de vías e infraestructura posibilitaron la
urbanización formal e informal en la ciudad.
Hoy, estamos ante un proceso algo
más lento, pero similar hacia el oriente. En primer lugar, las vías que
conducen hacia los centros urbanos de la Calera y Choachí han favorecido un
tránsito continuo y regular de personas que viven en aquellos municipios y
trabajan en Bogotá. Por otra parte, la construcción del Corredor Perimetral de
Oriente y el mejoramiento de las vías secundarias ha venido aumentando la
velocidad de desplazamiento, lo que conllevará al incremento de los precios del
suelo y la presión por la urbanización.
Imagen
2. Diseño del
Corredor Perimetral de Oriente.
Fuente: Agencia Nacional de
Infraestructura (2016).
Otro tipo de fenómenos, como la
propuesta de construir un sendero de sur a norte sobre los Cerros nos está indicando
la intención de continuar fragmentado la Estructura Ecológica Principal, del
modo como en los últimos 70 años ha ocurrido debido a la expansión del
perímetro urbano.
Si el conjunto de intervenciones
antrópicas continua fragmentando los elementos ecológicos que componen el
ecosistema de los Cerros, la pérdida de los servicios ecosistémicos no solo
será representativa para el Distrito Capital, sino para la región en conjunto.
El problema aquí, no consiste en ver cómo usamos el Derecho o elementos del
Ordenamiento para restringir, sino, cómo avizorando el desarrollo de un proceso
social, podemos implementar la construcción de un región sin sacrificar los
elementos de la Estructura Ecológica Principal.
El problema claramente está en
que las entidades encargadas del ordenamiento territorial, o que toman
decisiones de ordenamiento no están integradas en una sola mesa intersectorial,
las decisiones de conservación y restauración no van de la mano con las
decisiones de conectividad, ni con las decisiones de crecimiento urbano. Si la
ciudad se expande al oriente, será producto de una fuerza social que el Estado
no puede evitar, lo cual nos debe llevar a formular el problema desde una
óptica distinta y más integral: ¿Cómo gestionar una expansión ordenada de la ciudad
en el oriente sin fragmentar los servicios ecosistémicos que ofrecen los Cerros
Orientales?
Alan David Vargas Fonseca
Alan David Vargas Fonseca
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